22-11-2015, 21:18
De acuerdo con algunos psicólogos, una persona que cree en una teoría conspirativa tiende a creer en otras; una persona que no cree en una teoría conspirativa tiende a no creer en otra.30 Esto puede deberse a diferencias en la información en que se basan las partes para formular sus conclusiones.
Existen psicólogos que creen que la búsqueda de significado es común en el conspiracionismo y en el desarrollo de teorías conspirativas, y que puede ser suficientemente fuerte como para llevar ella sola a la primera formulación de la idea[cita requerida]. Una vez concebida, el sesgo de confirmación y la evasión de disonancia cognitiva pueden reforzar la creencia. En un contexto donde una teoría conspirativa se ha vuelto popular dentro de un grupo social, el reforzamiento comunal puede igualmente jugar un papel.
Investigaciones llevadas a cabo en la Universidad de Kent (Reino Unido) sugieren que las personas pueden ser influenciadas por teorías conspirativas sin ser conscientes de que sus actitudes han cambiado. Tras leer teorías conspirativas populares sobre la muerte de Diana de Gales, participantes en este estudio estimaron correctamente qué tanto las actitudes de sus pares habían cambiado, pero subestimaron significativamente qué tanto sus propias actitudes habían cambiado para volverse más a favor de las teorías conspirativas. Los autores concluyen que las teorías conspirativas pueden por tanto tener un 'poder escondido' para influir las creencias de las personas.31
Psicólogos humanistas sostienen que, a pesar de que el conciliábulo detrás de la conspiración es casi siempre percibido como hostil, a menudo la idea de la teoría conspirativa tiene un elemento de tranquilidad para sus creyentes. Esto se debe, en parte, a que es más consolador pensar que las complicaciones y trastornos en los asuntos humanos son creados por los seres humanos mismos en lugar de por factores que escapan al control humano. La creencia en una conspiración es un dispositivo mental que el creyente usa para asegurar a sí mismo que ciertos hechos y circunstancias no son producto del azar, sino originados por una inteligencia humana. Si un conciliábulo está implicado en una secuencia de acontecimientos, siempre existe la esperanza, aunque débil, de ser capaz de interferir en los actos del grupo conspirador, o bien de unirse al grupo y ejercer un poco de ese mismo poder. Por último, la creencia en el poder de una conspiración es una afirmación implícita de la dignidad humana —una afirmación, a menudo inconsciente, pero necesaria, de que el hombre no es un ser totalmente indefenso, sino que es responsable, al menos en cierta medida, de su propio destino. 32
Existen psicólogos que creen que la búsqueda de significado es común en el conspiracionismo y en el desarrollo de teorías conspirativas, y que puede ser suficientemente fuerte como para llevar ella sola a la primera formulación de la idea[cita requerida]. Una vez concebida, el sesgo de confirmación y la evasión de disonancia cognitiva pueden reforzar la creencia. En un contexto donde una teoría conspirativa se ha vuelto popular dentro de un grupo social, el reforzamiento comunal puede igualmente jugar un papel.
Investigaciones llevadas a cabo en la Universidad de Kent (Reino Unido) sugieren que las personas pueden ser influenciadas por teorías conspirativas sin ser conscientes de que sus actitudes han cambiado. Tras leer teorías conspirativas populares sobre la muerte de Diana de Gales, participantes en este estudio estimaron correctamente qué tanto las actitudes de sus pares habían cambiado, pero subestimaron significativamente qué tanto sus propias actitudes habían cambiado para volverse más a favor de las teorías conspirativas. Los autores concluyen que las teorías conspirativas pueden por tanto tener un 'poder escondido' para influir las creencias de las personas.31
Psicólogos humanistas sostienen que, a pesar de que el conciliábulo detrás de la conspiración es casi siempre percibido como hostil, a menudo la idea de la teoría conspirativa tiene un elemento de tranquilidad para sus creyentes. Esto se debe, en parte, a que es más consolador pensar que las complicaciones y trastornos en los asuntos humanos son creados por los seres humanos mismos en lugar de por factores que escapan al control humano. La creencia en una conspiración es un dispositivo mental que el creyente usa para asegurar a sí mismo que ciertos hechos y circunstancias no son producto del azar, sino originados por una inteligencia humana. Si un conciliábulo está implicado en una secuencia de acontecimientos, siempre existe la esperanza, aunque débil, de ser capaz de interferir en los actos del grupo conspirador, o bien de unirse al grupo y ejercer un poco de ese mismo poder. Por último, la creencia en el poder de una conspiración es una afirmación implícita de la dignidad humana —una afirmación, a menudo inconsciente, pero necesaria, de que el hombre no es un ser totalmente indefenso, sino que es responsable, al menos en cierta medida, de su propio destino. 32