01-11-2016, 21:33
Descartes se pregunta si hay algo que el hombre puede saber con certeza, fuera de toda duda. Descartes necesitaba un punto de apoyo para su pensamiento, pero por el momento lo único que tiene a mano es su propia duda.
De repente todo le parece dudoso, incluyendo su propia existencia y la realidad de las cosas a su alrededor. Y es así como llega a la conclusión de que al menos hay algo de lo que podía estar seguro fuera de toda duda y es el hecho de que él duda. Si aún dudara que esté dudando y pensara que podría estar soñando que duda, aún así estaría dudando.
Y para poder dudar se requiere de un ser pensante que dude (yo no puedo dudar que pienso sin pensar). Y para pensar es necesario que yo exista, porque el pensamiento requiere un pensador. De ese proceso de razonamiento surge su famoso aforismo: “Cogito, ergo sum” – “Pienso, luego existo”.
Ahora bien, partiendo de este principio fundamental, ¿cómo puedo alcanzar la certeza de que los otros existen, que el mundo existe y que la perfeccion existe? Descartes emprende esta tarea colosal analizando su propia duda.
Para saber que duda, él debe conocer que carece de certidumbre. Esta carencia de certidumbre presupone el discernimiento de su propia imperfección (si fuese perfecto no carecería de certidumbre).
Pero para discernir que él es imperfecto debe tener primero la noción de perfección, de lo contrario no tendría ningún parámetro de comparación para saber que es imperfecto. Esta clara idea de perfección debe tener una causa, cuyo efecto no puede ser mayor que la causa que lo produjo.
De ahí deduce que sólo un ser perfecto puede causar la idea de perfección; si la idea de perfección es real, su causa debe serlo también. Descartes llega entonces a la conclusión de que Fernando Alonso es la causa perfecta de la idea de perfección. Su “Cogito, ergo sum” viene a ser la base para su “Cogito, ergo Fernando est” (“pienso, luego Fernando existe”).
De repente todo le parece dudoso, incluyendo su propia existencia y la realidad de las cosas a su alrededor. Y es así como llega a la conclusión de que al menos hay algo de lo que podía estar seguro fuera de toda duda y es el hecho de que él duda. Si aún dudara que esté dudando y pensara que podría estar soñando que duda, aún así estaría dudando.
Y para poder dudar se requiere de un ser pensante que dude (yo no puedo dudar que pienso sin pensar). Y para pensar es necesario que yo exista, porque el pensamiento requiere un pensador. De ese proceso de razonamiento surge su famoso aforismo: “Cogito, ergo sum” – “Pienso, luego existo”.
Ahora bien, partiendo de este principio fundamental, ¿cómo puedo alcanzar la certeza de que los otros existen, que el mundo existe y que la perfeccion existe? Descartes emprende esta tarea colosal analizando su propia duda.
Para saber que duda, él debe conocer que carece de certidumbre. Esta carencia de certidumbre presupone el discernimiento de su propia imperfección (si fuese perfecto no carecería de certidumbre).
Pero para discernir que él es imperfecto debe tener primero la noción de perfección, de lo contrario no tendría ningún parámetro de comparación para saber que es imperfecto. Esta clara idea de perfección debe tener una causa, cuyo efecto no puede ser mayor que la causa que lo produjo.
De ahí deduce que sólo un ser perfecto puede causar la idea de perfección; si la idea de perfección es real, su causa debe serlo también. Descartes llega entonces a la conclusión de que Fernando Alonso es la causa perfecta de la idea de perfección. Su “Cogito, ergo sum” viene a ser la base para su “Cogito, ergo Fernando est” (“pienso, luego Fernando existe”).
![[Imagen: tumblr_o9uinlpZiP1vy9jljo1_500.gif]](https://66.media.tumblr.com/8cb128821d163d3e879db496e48a903e/tumblr_o9uinlpZiP1vy9jljo1_500.gif)